Volver al Festival Envision es sumergirse en un viaje más allá del tiempo convencional, donde los días no solo cuentan en el calendario, sino que se despliegan como capítulos de una historia colectiva. Hace un año, compartí las vivencias de un festival enigmático, lleno de música vibrante, yoga matutino, charlas espirituales y atardeceres que acarician el alma en la paradisíaca costa pacífica de Costa Rica.
Pero, ¿cómo es regresar a este rincón místico después de un año? Las expectativas fueron altas, el misterio y la magia se mantuvieron para la edición 2024 que se realizó desde el 4 hasta el 11 de marzo en la finca La Merced, en Uvita de Osa, Puntarenas.
Genuinamente, Envision no solo es un festival, es una experiencia que trasciende las barreras convencionales. La capacidad de asombro, la conexión con la naturaleza y la vibración colectiva se entretejen para crear una sinfonía única que trataré de explicar en las siguientes líneas.
Reencontrarse con un gran evento
Envision no es solo un festival; es un cosmos donde la música, el arte, la espiritualidad y la conexión con la naturaleza convergen para crear una experiencia única en su especie. A diferencia de otros eventos musicales, Envision no se limita a ser un simple espectáculo de artistas en un escenario. Es un viaje de ocho días que transcurre las 24 horas, donde la experiencia se teje según el gusto de cada quien: el que desee pasar de fiesta con DJS, quien quiera música en vivo, quien solo quiera estar meditando o quien desee sorprenderse con su programación ininterrumpida.
Lo extraordinario de Envision radica en su capacidad para desafiar las expectativas convencionales de un festival. Aquí, el valor no se centra exclusivamente en un line-up de artistas de renombre, sino en la vivencia integral. Desde el amanecer con sesiones de yoga hasta el atardecer vibrante de música, charlas inspiradoras y la fusión entre ser y naturaleza, Envision redefine la forma en que entendemos y vivimos los festivales.
En la edición de este año, el cartel de artistas invitados prometió eclecticismo. Entre los destacados se encuentran Dubfire, el DJ iraní-estadounidense ganador del Grammy; Gordo, el productor que ha colaborado con grandes nombres como Drake y Rosalía; y The Polish Ambassador, exponente de la música electrónica que desde Pensilvania, Estados Unidos, aporta su energía para hacer bailar a todos. Estos nombres son solo una pincelada del vasto catálogo artístico que Envision despliega en más de 70 presentaciones artísticas. Eso sí: la música es un hilo conductor, pero la experiencia trasciende el sonido, convirtiéndose en una odisea espiritual y sensorial que se vive a cada paso.
Reencontrarse con el reino de Envision parece ser un acto de continuo asombro, una danza entre la familiaridad y la sorpresa. Como un ritual que se repite pero nunca es igual, el festival se mantiene fiel a su esencia mientras se reinventa en pequeños matices. Al regresar por segundo año consecutivo, la estructura del rancho La Merced (sede desde el 2016) se despliega de manera similar en su lay out, pero cada rincón revela detalles renovados, insinuando que, aunque los cimientos permanezcan, la magia reside en los matices.
Hay cuatro grandes escenarios de música en vivo que se erigen como pilares constantes, pero sus alrededores experimentan metamorfosis sutiles. Las instalaciones lumínicas especiales para la noche pintan el paisaje de colores etéreos, mientras que la majestuosa tarima Sol, la más grande de todas, se redefinió con un panel de luces dinámicas que transforman el escenario en un espectáculo de estímulos visuales. En Envision, la premisa parece ser no cambiar lo que funciona, sino embellecerlo, nutrirlo y permitir que evolucione de la mano de la comunidad que lo ha convertido en un peregrinaje anual.
Aunado a ello encontré espacios del año anterior que esta vez fueron ampliados (como el divertido stage Lapa; una suerte de discoteca de día y noche con geniales regaderas de agua), talleres remodelados y nuevas ingenierías de luces dan un aliento fresco a la experiencia.
La incorporación de una pulpería, restringida a bebidas que no van en contra del espíritu del festival, como kombuchas y bebidas orgánicas, recuerdan el compromiso con la sostenibilidad y la consciencia de los participantes contra todo aquello que huela a las grandes maquinarias industriales.
En detalle
La primera noche de Envision, una sensación de déjà vu se apoderó de mí al recorrer las instalaciones de manera similar al año anterior. Por un momento, me asaltaron dudas sobre si el festival podría conservar su magia. Sin embargo, a medida que las horas avanzaban, esa incertidumbre se desvanecía para dar paso a la inconfundible felicidad que impregna el ambiente de Envision.
En este espacio, cada persona parece tener su propio camino (ir en su propio “ride”), y lo más fascinante es que nadie se entromete en el del otro. Pude observar desde adultos mayores recostados en la arena hasta un pequeño bebé, completamente desnudo, danzando en la noche entre todos mientras disfrutaba de un helado. Postales como estas refuerzan la idea de que Envision es un lugar diferente.
Cabe contar también que la experiencia del Envision 2024 tomó un giro inesperado debido a la ola de calor que castigó a Costa Rica durante esa semana. Decidí llegar de noche la primera jornada para evitar el implacable calor, pero para la segunda fecha me convencí de que el día ofrecía experiencias únicas: no solo la fiesta y los ritmos vibrantes de la noche, sino también otras sensaciones. Así fue. Ir a Envision, dirigirse hacia el acceso que conecta con Playa Hermosa y disfrutar de un atardecer teñido de tonos rojizos es una vivencia indescriptible.
En ese momento, la gente coreó y aplaudió a la naturaleza en respuesta a su deslumbrante belleza. A pesar de sonar como un cliché o una chorrada hippie, debo reconocer que fue un instante de conexión intensa, que incluso el año pasado, cuando presencié sirenas emergiendo del mar (obviamente mujeres disfrazadas) justo al atardecer, fue incomparable a lo vivido esta vez con el atardecer perfecto y los aplausos resonando entre la multitud. No puedo negar que se me erizó el vello de los brazos; la magia de Envision se manifiesta en estos detalles que hacen que cada visita sea única.
¿Qué logros tiene Envision?
A pesar de la familiaridad con el evento, detalles asombrosos continúan definiendo la experiencia en Envision.
Uno de esos elementos que me mantuvo perpetuamente asombrado es la ingeniería de sonido en cada uno de los escenarios. No recuerdo haber asistido a ningún concierto en Costa Rica que permita una comparación justa con esta experiencia auditiva única. El sonido es impecable, no genera tinnitus, y puedes permanecer en la pista de baile, tener una conversación sin necesidad de gritar y entenderte perfectamente. Es una muestra de ingeniería de primer mundo que eleva la calidad del evento a niveles excepcionales.
Otro ejemplo que me asombra es la impecable limpieza que caracteriza al Festival Envision. La convocatoria de personas en sintonía con la naturaleza y el cuidado del medio ambiente genera un entorno único. El compromiso de ser un festival libre de plástico se refleja en todas las instalaciones y tarimas construidas con materiales reciclables. A pesar de la multitud y la celebración constante, sigue siendo sorprendente no encontrar ni una sola lata en el suelo, ni rastro de basura.
Para aquellos que han experimentado numerosos conciertos y festivales, saben que incluso en los eventos más pequeños suele haber residuos. Sin embargo, en Envision, la ausencia total de basura es impresionante.
Además, hay un tercer elemento que me maravilla y es la conocida “buena vibra”. En Envision, todos parecen irradiar felicidad; no hay conflictos, nadie se mete con nadie, y uno puede ser o hacer lo que quiera sin ser juzgado. La apertura y tolerancia son palpables; la disposición de dar abrazos, entablar conversaciones y compartir experiencias está presente en cada rincón.
En medio de la semana de calor que azotaba en el país, era fácil sentirse agobiado, pero al llegar al festival, toda esa energía negativa se disipaba. Incluso para aquellos que no son propensos a creer en vibras, Envision deja una sensación de duda ante su capacidad para hacer feliz a la gente.
En fin: una vez estando allí, es fácil comprender por qué Envision se mantiene como uno de los festivales más longevos, realizándose de manera consecutiva desde 2011. Inició con 500 personas y ha crecido de manera constante, atrayendo a más de 7 mil asistentes (a excepción de dos ediciones pausadas por la pandemia).
La solidez y firmeza del festival son innegables; es robusto en su programación y prácticamente perfecto en su ejecución. No parece que el festival vaya a doblar las rodillas pronto; pues no necesita cambiar demasiado.
Si hubiese que reclamar algo, quizás algunos soñarían con la incorporación de artistas musicales más destacados para fortalecer el line-up, pero sería una declaración más quisquillosa que otra cosa. El festival pareciera ser correcto en casi todos sus aspectos, especialmente para aquellos que disfrutan de este estilo de vida particular.
Por supuesto, Envision no es para todos, pero para quienes sienten al menos una pizca de atracción por la idea de una semana de celebración en la playa bajo este lente, no podrán resistirse a sus encantos.